miércoles, 17 de junio de 2009

El milagro de creer

En uno de mis comentarios recibidos me recomiendan que sea feliz apreciando las cosas pequeñas. Hoy necesitaba escribir algo en este blog porque no quiero descuidar todo lo que me ofrecen esas cosas. Mi visión de la vida es muy particular y puede que lo que cuento no sea tan popular como yo quisiera.... Sinatra decía que el secreto de su arte no eran sólo sus canciones sino, su estilo. Pensar y creer en lo que se hace es digno de ser artista y de esta manera, llegar al corazón de tantísima gente es una alegría para saber que la mayoría de las personas, conocen la verdad. Quizás yo tenga el Don de apreciar tarde la maravilla de la vida y de todo lo que me sucede pues la magia de vivir, está llena de misterios y de fronteras que se creen insalvables pero aun así, dar un paso adelante nunca se pagará por mucha riqueza material que tengamos.
Hoy me ha emocionado el recuerdo de un día gris de Diciembre en el lugar más indicado. Esto que cuento es muy sencillo pues haciendo caso a mi cosejera de comentario, le doy las gracias por su observación y cuento las dos cosas que sentí en tiempos diferentes:
Con frecuencia llevo enfermos al hospital San Juan de Dios de Córdoba y conozco de vista a la mujer que vendía cupones desde siempre y que ya no está. Cada mañana ella estaba allí sentada en su silla con el brazo extendido mostrando los números ( ustedes me pueden disculpar porque me emociono al recordarla ). La cosa es que nunca compro lotería alguna pero cada vez que iba a ese hospital, me llamaba la atención el semblante de aquella mujer ciega. Los mismos trabajadores de ese hospital la saludaban y tenían atenciones de verdadera amistad. Con el paso de los años me he ido familiarizando con este hospital incluso, he experimentado el sentir de creer en Diós de manera indudable. El caso es que ella cuando me vendió aquel cupón me dijo con todo el cariño del mundo que no lo perdiera. Recibí de ella tal calor humano que ese cupón ni se perdió ni se perderá porque el premio salió de su boca. A ella está relacionada el padre Enrique al que creo que es un santo por tantas cosas que ví y sentí de el. Un día de verano, sin dar una explicación científica, ella estaba sentada en su sillita y yo observaba por la puerta de entrada el horizonte. De repente se escuchan unos pasos de sandalias jugueteando con el marmol y ella sonrie con el mismo cariño que me vendió el cupón. Lo mágico de todo esto me lo crea el lector o no, es que me vino del padre Enrique un sentimiento de santidad tan hermoso, que desearía que todo el que me leyera sintiera ese mismo estilo de ese vivir tan puro como el de Sinatra. No se de que manera juega el destino con nosotros...quizas mi angel de la guarda me iluminó con su comentario recordandome las cosas pequeñas y sólo esas cosas no son pequeñas sino, el valor de ser quienes somos en mayúsculas...

Gracias por leerme.

1 comentario:

Anónimo dijo...

No lo quites, me ha emocionado leer esa experiencia y hace reflexionar...No lo quites.