domingo, 15 de noviembre de 2009

Dame tu mano

Como cada mañana, la radio daba los buenos días y ella despertaba entre almohadones de recuerdos. Aquel día la emisora anunciaba la llegada de un artista a la ciudad. Victoria volvía a revivir aquellos años del Perú cuando buscaba plantas medicinales. Llevaba en los labios sus besos y en la mente sus palabras, en una cajita recuerdos y en un album de fotos a su amante del Perú. El paso de los años iba deshilando recuerdos que unas veces le hacían sonreir y otras llorar, unas pensar y otras flotar en un mar de sensualidad. Nunca creyó en la eternidad hasta que conoció el amor de un sentir tan profundo que se prolongaba en las primaveras,los veranos,los otoños y los inviernos. Su mirada era la misma de siempre pero no así su rostro. Entrar en la tercera edad era como ver el tiempo desde una perspectiva diferente y le daba miedo verse en esa recta final...
Era mediados de noviembre. La calle era era un río de gente que iba y venía con prisas y el cielo estaba profúndamente grís. Le encantaba llenar sus pulmones de aire frío hasta que su nariz se ponía tan roja como una amapola. Sus paseos matutinos siempre terminaban en un cafecito que estaba por el centro histórico.
La camarera la saludó y no le tuvo que preguntar qué iba a tomar. Aquella mañana el local estaba casi vacío y la campanilla de la puerta anunció un nuevo cliente. Era curioso, pero Victoria lo había visto esa misma mañana al salir de su casa o...¿fué ayer?, ya no lo sabía. Parecía un hombre apuesto de cierta edad con un sombrero de ala ancha y un bastón. Victoria se sentía observada y no se atrevía a mirar. Agudizó su oido por escuchar su voz pero aquel desconocido no dijo nada. Le dió algo a la camarera y se marchó. Victoria terminó su café y la camarera le dijo que ya lo tenía pagado. Le entregó una entrada para el cine que aquel señor pidió que le diera. Ella la tomó y miles de presentimientos se agolpaban en su mano...La función era a las nueve de la noche. Parecía curioso, pero no venía el titulo de la película.
Durante todo el día no dejaba de darle vueltas a la cabeza, incluso le molestaba aquel suspense que la sacaba de quicio. Las horas pasaban menos rápidas que la impaciencia y de vez en cuando sonreía por tonterías que se le ocurrían.
Llegaron las nueve. En la taquilla colgaron el cartelito de no hay entradas y para mayor sorpresa, el cine estaba vacio. Tomó asiento con mil atenciones del acomodador y ella se sintió un poco sorprendida; deseando ver el desenlace de todo ese entramado.
Las luces se apagaron y alguien tomó asiento justo detrás de ella. En todo su cuerpo sintió un escalofrío como cuando estaba con el hacía años. El león de la Metro dió paso al título: "Dame tu mano". En una pantalla completamente oscura se escuchó un piano: Era el tema preferido de los dos. Cuando terminó la melodía, de la pantalla apareció "The End". Victoria extendió su mano justo detrás de su butaca y el la tomó.

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