lunes, 31 de enero de 2011

A un amigo

Nunca he sabido el sigmificado de mi nombre, es algo que siempre me llamó mucho la atención y hasta me sentía distinguido por tenerlo. Desde hace más o menos la mitad de mi vida, todo lo desconocido ha llamado mi interés. Hace años, me encontraba pidiendo en la puerta de una iglesia y me sucedió algo: fué encontrar a una mujer de la que estuve enamorado. Agaché mi mirada para que no me reconociera pero debido al estado en que me encontraba resultaba difícil que alguien me conociera. Ella aún poseía esa distinción que me enamoraba y de mis ojos salieron lágrimas. Esas lágrimas hicieron una circunferencia perfecta en el suelo con el color oscuro de la sombra; la sombra de mi vida. A fuerza de golpes,noches y amaneceres, mi corazón es rico por escuchar la vida y también es causa de no ser nadie en tantos años de depresiones y de dejadez. Mi alma se ha curtido de tal manera que creo que no sirvo para otra cosa mas que para pedir.
Aquel día de invierno me sentía el vagabundo más vagabundo del mundo. Ella llevaba un perfume inconfundible y aún hoy lo llevo en la memoria. Me resulta curioso no poder evitar el olfatear a cada mujer con la que me tropiezo por saber qué perfume lleva.
Quizás todo esto sea por enfermedad pues he de admitir que sólo hablo conmigo mismo. Mi pensamiento me traduce y me habla de cosas lejanas y de las de hace un momento: No quiero hablar con nadie más. Me sumerjo en esta maraña de recuerdos y de pensamientos, de todo lo que veo y escucho así como me siento. No tengo necesidad de nadie más en mi vida pués la soledad hace tiempo que ya es mi amiga. Por esta acera desfilan todas las clases sociales de Córdoba, unos me miran de reojo y otros hacen que no me ven... El secreto de mi existencia es un laberinto y una lucha por tener necesidades que son para vivir el día a día. He tocado fondo en innumerables cosas tantas, que me forman callos como las manos de un obrero. He mendigado y a veces el alcohol me ha servido de alimento hasta convertirme en un alcohólico pero nunca jamás en muchos años desde aquel día, he vuelto a pedir en las puertas de la iglesia de San Nicolás.
Mi nombre, es Nicolás y soy un vagabundo de Córdoba...

1 comentario:

Anónimo dijo...

Es triste la historia de tu amigo...Indaga en las historias de tus amigos, seguro que hay alguno más que mediga.
Me ha encantado leerte......como siempre