martes, 21 de mayo de 2013

Olvídalo



Aquel sentimiento era verdaderamente atrayente; dulce para decir siempre adiós. Llevaba días pensando en ello como si el final fuera el principio de la feliz eternidad. Nunca lo había intentado, jamás había visto su sangre florecer en agua caliente. El suicidio le seducía con ideas dulces de final. Sin duda alguna no quería vivir tomando 10 pastillas todos los días para aliviar el dolor del alma....¡¡qué sabrán los médicos de dolor, que saben de mis sentimientos!!. Los últimos días fantaseaba con su final como si quitarse la vida, fuera un juego al borde de un precipicio del que la gente huía despavorida. Sin duda el color de su sangre en la bañera, significaría la pasión de la vida que se escapa silenciosamente. Se iría durmiendo hasta perder el sentido; dulcemente. Cerraría los ojos en el agua caliente y se desmayaría sin dolor para dejar este mundo...

El vapor subía hasta el techo como nube artificial a su mirada. Los azulejos lloraban lágrimas que bajaban hasta el suelo para besar la tierra. El silencio de cuarto de baño se disfrazaba con el piano de Wim Mertens y la cuchilla estaba dispuesta en sus dedos. Que agradable final para un loco - pensaba - Paseo los dedos por su cuello. Sentía calor por todas partes y la mano derecha tembló con reflejos de metal afilado. Tragó saliva varias veces y comenzó a llorar de pena, de asco, de impotencia, de rabia, de cobardía por no hacer realidad una fantasía: La de su suicidio.
Wim Mertens pasó al silencio. Ya solo se escuchaba el grifo del agua caliente como manantial de aguas termales. Arrojó lejos la cuchilla, cerró fuertemente los ojos heridos por dentro, llenos de oscuridad y gritó con todas sus fuerzas. Su voz atravesó el cuarto de baño, la ventana y llego a la calle donde algún niño le preguntó a su madre: Mama ¿ qué ha sido eso ?---Nada hijo, alguien que grita por cosas de gente mayor; no le hagas caso, olvídalo...




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